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El trabajo infantil que no se ve

 en Denuncia, Niños de la calle

La vida de Poorvi (nombre ficticio para proteger su anonimato) era muy parecida a la de las niñas de su entorno. Responsable en sus estudios, a sus 12 años Poorvi asistía a clase en la escuela por la mañana, y cuando terminaba volvía a casa para ayudar a su madre con las tareas del hogar y ocuparse de sus dos hermanos más pequeños.

Pero un día, la madre de Poorvi tuvo que pedir un préstamo de unas 50.000 rupias (650€) para mantener a la familia, a causa de los graves problemas de alcoholismo de su marido. Con un único sueldo en el hogar, el de su madre, todo empeoró cuando no pudo devolverlo a tiempo, así que Poorvi, al ser la mayor, tuvo que ponerse a trabajar en la calle. Vendía flores todas las tardes, ganando 50 rupias (0,65 euros). Esta situación superó a nuestra pequeña protagonista de 12 años, que veía cómo de repente había dejado atrás su vida, su escuela, a sus amigas. Ahora pasaba el tiempo en la calle, rodeada de personas mayores que querían aprovecharse de ella, obligada por su madre y por las circunstancias en las que se encontraba su familia. Caía sobre ella una gran responsabilidad para la cual no estaba ni tenía que estar preparada.

Miles de menores de edad como Poorvi deambulan por las calles de Bombay a diario, bien porque sus familias no tienen un hogar y viven en la calle, o bien porque son menores no acompañados de adultos y sobreviven solos. La mayoría de estos niños y niñas se ven obligados a ganarse la vida a una edad en la que no pueden distinguir ni afrontar situaciones de potencial peligro, son vulnerables y viven en la pobreza, por lo que acaban siendo utilizados como mano de obra para generar dinero para otros. Desde la venta ambulante, en semáforos o estaciones; pasando por empleados y empleadas domésticas en condiciones de semiesclavitud, obligados a mendigar o acompañar a otros adultos que mendigan, para dar más pena… o los peores casos: utilizadas, en el caso mayoritario de las niñas, con fines de explotación sexual.

Pero no sólo eso. Los niños y niñas que han nacido en el seno de la exclusión social o en una familia con pocos recursos es probable que comiencen a trabajar a edad muy temprana, antes de los 14 años que establece la ley como edad mínima. Entre 2012 y 2017, la labor de concienciación de las ONG junto con la presión policial ha conseguido rescatar más de 4.000 niños menores de 14 años que estaban empleados en tiendas, restaurantes o negocios familiares.

El caso de Poorvi tiene un final feliz. En Sonrisas de Bombay llevamos a cabo el proyecto Life Skills Empowerment (LSE), que está dirigido a niños y niñas de primaria con el objetivo fomentar la seguridad en ellos mismos, el desarrollo de sus capacidades y una relación segura y sana con su entorno. Un equipo del proyecto estaba recorriendo las calles de los slums de Chandivali, un barrio de Bombay, y se encontraron con Poorvi, quien no dudó ni un segundo en apuntarse. Tuvo muy claro desde el principio que esta oportunidad que se le presentaba mejoraría su situación.

A los pocos días, Poorvi no aguantó más y le contó su problema a la profesora del proyecto, Prafullata quien, consciente de la gravedad del caso, fue a hablar con su madre. Fue difícil, pero al final su madre entró en razón y entendió que Poorvi no podía trabajar, no sólo porque era ilegal sino porque su hija tenía la oportunidad de seguir yendo a la escuela y mejorar su vida en un futuro, y eso no iba a suponer un esfuerzo extra para su madre ni para la familia.

El trabajo infantil es ilegal en la India desde 1986, pero sigue siendo una realidad que vulnera los derechos de miles de menores de edad en sectores de la economía informal que no entran en las estadísticas y son difíciles de detectar, como por ejemplo las redes de explotación sexual infantil fuera de los locales nocturnos o las redes para explotar a los menores en la venta callejera o la mendicidad.

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