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Sumita, enseñando a sonreír ante la vida

 en Mujer

Un poco antes de las 10 de la mañana empiezan a llegar los niños y niñas al parvulario 18, situado al norte de la ciudad de Bombay, y es en ese momento cuando, de un plumazo, la calma previa desaparece y empieza el alboroto. Los alumnos se quitan los zapatos, saludan, dejan sus mochilas y… ahí está ella, Sumita, recibiéndoles con su amplia sonrisa, orgullosa de que los niños la llamen profesora y también de ser un referente dentro de sus familias. Esta profesora lleva despierta desde las 6 de la mañana, y ya ha preparado la comida para su marido, se ha duchado en los baños públicos del slum, y a su llegada a la escuela, ha limpiado todo el local a la espera de la treintena de niños y niñas para empezar una nueva jornada en el parvulario.

El trabajo en Sonrisas de Bombay se ha convertido en un rayo de luz a su día a día, y estar rodeada de estos pequeños es lo que le da energía para superar la pena que llevaba arrastrando desde hace tiempo. Sumita tiene 30 años, está casada y no ha podido tener hijos. Aún hoy, para muchas personas en su país, esta situación es inaceptable, a pesar de que no ha sido una elección propia, sino por un problema de salud de su marido. Después de mucho sufrimiento, ella ha conseguido aceptar con madurez lo que el destino le tenía guardado.

La infertilidad es tabú en la India, ya que el hecho de ser madre es casi obligatorio para las mujeres. Nacen para ello, y si un matrimonio no llega a concebir, la culpable siempre es ella. Esta situación es insostenible para muchas mujeres que no consiguen tener hijos, y los casos de suicidio en este colectivo son muy altos debido a la presión social que se ejerce contra ellas.

En Sonrisas de Bombay, trabajamos con las comunidades más desaventajadas para mediante la educación y la sensibilización, poder transformar este tipo de mentalidades, romper prejuicios y conseguir que el reconocimiento de la mujer no pase sólo por su papel de madre, sino que lo hagan otros muchos factores, como el profesional en el caso de Sumita. Desde la Fundación queremos acompañar a mujeres como Sumita en procesos tan complicados como este.

“Con este trabajo estoy disfrutando mucho y olvido mis penas mientras paso tiempo con los niños del parvulario, ellos me dan fuerza para disfrutar de la vida”, nos decía Sumita. Sin duda, la oportunidad de tener un trabajo le permite seguir adelante, pero sobre todo fomentar su autonomía. Así el suyo es un ejemplo de empoderamiento y del efecto transformador que muchas mujeres, como Sumita, ejercen en las comunidades con las que trabajamos.

#TuApoyoEsDesarrollo

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