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Lo que Huma llevaba a la espalda

 en Sin categorizar, Trata de personas

Huma sonrisas de bombayLas personas supervivientes a la trata laboral, como Huma, cargan a la espalda un estigma social que sólo ven los demás. Ahora, cuando camina hacia el mercado por las calles de su aldea en Satkhira (Bangladesh), es una mujer más. Sus vecinas la saludan, se detiene a hablar con ellas, y le invitan a tomar el té. Pero hubo años en los que Huma no existía. Lo único que recibía eran miradas de recelo y cuchicheos a sus espaldas. Nadie sabía lo que llevaba a la espalda, y sin embargo la rechazaban. Esto a Huma le parecía tremendamente injusto, porque si de algo era culpable era de haber sufrido toda su vida, desde que era una niña y vivía con lo justo para subsistir. Como el resto de sus vecinas.

A veces no hay vuelta atrás

Todo comenzó en 2015. Huma se había casado años atrás con un chico de su aldea, que se ganaba la vida como jornalero. Tuvieron dos hijos y sobrevivían en condiciones muy precarias. Un día, un familiar le ofreció un trabajo doméstico muy bien pagado, pero en Omán. Ella y su marido no se lo pensaron. Vendieron una vaca y rehipotecaron su pequeña vivienda para conseguir el dinero que les pedía el intermediario. Pero poco después le dijeron que ese trabajo ya no estaba disponible, y le ofrecieron otro en Jordania. Ya era tarde para dar marcha atrás, así que tuvo que aceptarlo.

Nada más llegar a Jordania, le quitaron todos sus documentos, el móvil, y comenzó a trabajar en la casa de una señora. Vivía debajo de una escalera, no tenía luz ni podía poner el ventilador. Trabajaba desde las 5 de la mañana hasta la 1 de la madrugada, y hacía todo tipo de tareas extenuantes. Sufrió abusos físicos y verbales, comía muy poco, y además no le pagaban.

Salir de la esclavitud y entrar en la marginación

Harta de esa situación que duró dos años, Huma se marchó y volvió a Bangladesh, pero allí comenzó otro calvario, el del aislamiento social. Todo por haber sido víctima de la trata laboral. Esta marginación le provocó una depresión y destruyó la poca autoestima que le quedaba. Por suerte conoció el proyecto Sapath para supervivientes del tráfico de personas, de la ONG Agrogoti Sangstha, organización contraparte de Sonrisas de Bombay en Bangladesh. Vieron en ella una mujer que podía salir adelante con un poco de ayuda, y le facilitaron una formación para aprender costura y estampado de telas. Comenzó a trabajar y a tener ingresos. Poco a poco y con mucho esfuerzo y trabajo, Huma ha levantado un pequeño negocio que le permite mantener a su familia, junto con el puesto de té que puso en marcha su marido.

Una historia con final feliz

Ahora Huma trabaja en su pequeño taller cosiendo y fabricando vestidos, pero su historia hasta llegar aquí ha sido muy dura.

A día de hoy, Huma trabaja en su pequeño taller cosiendo y fabricando vestidos, pero su historia hasta llegar aquí ha sido muy dura.

Ahora, Huma, a sus 37 años, se ha ganado un sitio en la comunidad, es aceptada y escuchada, y vive feliz con su familia. Pero su historia refleja la importancia de que las personas supervivientes de la trata tengan la oportunidad de rehacer sus vidas desde un trabajo digno, y también que la sociedad mire más allá. Que deje de ver un estigma donde sólo hay una persona víctima de un delito. Que todos llevamos una mochila a cuestas, y que hay personas sin escrúpulos que se aprovechan de la desesperación de otras, cuyo único delito ha sido intentar sobrevivir.

Todas las personas tienen derecho a su proyecto de vida y a contribuir a la sociedad. Como Huma.

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