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Shagufta: más que un cuidadora

 en Trata de personas

Visitar el centro Uddan es sinónimo de ser recibido con una sonrisa y una gran calidez. Al cruzar la puerta, te sientes en casa, en un auténtico hogar.

Una parte importante de que esto sea así es gracias a Shagufta, la cuidadora del centro. Hace unos días os anunciamos una entrevista con ella, y hoy, por fin la compartimos con todos vosotros.

Shagufta es muy positiva y una gran cocinera: dos ingredientes que sumados a la fortaleza que transmiten todas las habitantes de la casa, hacen que la visita al centro siempre deje una profunda huella.

¿Cómo fue tu infancia Shagufta?

Nací y crecí en los suburbios de Marol, Andheri. Siendo la mayor de 7 hermanos, mi padres me pidieron que les ayudara en las tareas de casa.

Mi padre solía trabajar como conductor en los países del golfo y a menudo pasaba mucho tiempo fuera de casa. De manera inesperada, falleció un día mientras estaba en el trabajo. Al lado de casa había una pequeña fábrica de juguetes, y ahí trabajaba mi madre y todos los hermanos encajando piezas y haciendo peluches. Así conseguíamos llegar a final de mes. Con este panorama familiar, tuve que abandonar pronto los estudios. Trabajo desde los 12 años. Sin embargo, pese a todo, diría que tuve una infancia bastante feliz.

¿Cuándo te casaste y cómo era tu familia?

Me casé cuando tenía 17 años. En casa de mis padres no ganábamos mucho pero éramos felices juntos. En casa de mis suegros había cuatro cuñados que nunca tuvieron una buena relación entre ellos. Mi esposo no era adicto a nada, pero siempre estuvo involucrado en asuntos extramatrimoniales, fuera y también dentro de la familia. Siempre me he sentido muy avergonzada por mi marido. A mi esposo no le gustaba que yo trabajara, pero yo busqué trabajo sin decírselo. Cuando se enteró, me mantuve firme en mi decisión y confié en mí misma. Mantenía a mi familia haciendo tareas domésticas en las zonas residenciales cercanas.

¿Cómo apoyaste a tu familia?

Tenía apenas 19 años cuando me convertí en madre y di a luz a un niño. Tan pronto como mi hijo cumplió 2 años, volví a trabajar. Durante los siguientes 5 años, di a luz a dos hijos más, un hijo más y mi hija, Misba. Nuestra situación financiera siempre había sido difícil. En 2012 tuve la oportunidad de ir a Mascate, en Omán, y trabajar como cuidadora de una familia. Pensé que era una gran oportunidad para ganar más dinero y mantener a mi propia familia. Trabajé allí durante 2 años. Sin embargo, debido a algunos asuntos familiares, mi esposo me pidió que regresara a la India. Tan pronto como llegué a la India, mi esposo quemó mi pasaporte, acabando con toda posibilidad de regresar a Mascate y de ayudar a mi familia a pagar los abusivos préstamos.

Más tarde, decidí empezar a trabajar como cuidadora en un albergue de chicas que estaba cerca de mi casa. Ese fue mi último trabajo antes de unirme a Sonrisas de Bombay.

¿Cómo conociste la Fundación? ¿Cuál es tu papel en el centro Uddan?

Mientras trabajaba como cuidadora en el albergue, llegué a estar harta de mi esposo y su maltrato. Quería salir de casa. Mis hijos siempre me apoyaron. En 2019, perdí a mi hijo de 19 años en un desafortunado accidente cuando se cayó de un edificio en construcción. Fue un duro golpe para todos nosotros.

Durante el confinamiento, mi vecino, y miembro de Sonrisas de Bombay, Samson Coelho, me informó sobre una vacante en el proyecto del centro Uddan. Me presenté y lo conseguí. Comencé en mi nuevo trabajo en septiembre de 2020 como cuidadora del centro. Aquí trabajo en el cuidado de mujeres supervivientes de la trata de personas. Cocino para ellas y les ayudo a adaptarse a su nuevo hogar. También participo en diferentes actividades terapéuticas que realizamos en el centro.

Una vez instalada y adaptada a mi nuevo trabajo, pude llevar a mi hija conmigo. Actualmente está estudiando noveno grado, y ya no estoy preocupada por ella. Que viviera lejos y con mi esposo, me hacía sufrir. Mi hijo pequeño, no está con nosotras, pero estamos en contacto muy frecuente.

¿Cómo es tu experiencia en Uddan?

Había trabajado antes como cuidadora y conocía bien mi trabajo. Aún así unirme al equipo de Sonrisas de Bombay era un desafío. Las mujeres que llegan al centro son adultas, pero desconocen lo que significa llevar una vida normal. Enseñarles valores humanos y valores familiares es un desafío. A veces les resulta difícil hacer frente a los nuevos cambios. Muy a menudo charlamos como si fuésemos una familia de toda la vida. Jyoti, la más joven de las mujeres, recientemente ha dado a luz a un hermoso bebé y a veces extraña su infancia. Puedo sentir empatía por cómo se siente y me encanta cuidar de ella. Ve a su madre en mis gestos maternales. Me gusta verlas felices y me siento satisfecha cuando dan un paso más en su nueva manera de vivir.

¿Qué actividades realiza en el centro de Uddan?

Planeamos las actividades por semanas. Empezamos todos los días con yoga. Realizamos sesiones de pranayama. Más tarde, Abdul, nuestro sastre, llega al centro para dar clases de costura. Con estas lecciones, han conseguido realizar cosas muy hermosas, como vestidos para niñas, monederos, bolsas de la compra y mascarillas. El segundo taller del día es para aprender a elaborar rosas y velas. Y algunos días, completamos la jornada con sesiones  terapéuticas, en las que algunos expertos visitan nuestro centro y realizan actividades con estas mujeres. Yo siempre estoy ahí con ellas, para apoyarles y participar.

En el patio trasero del centro tenemos un hermoso jardín en el que cultivamos algunas verduras como tomates, ají verde y espinacas.

Las habitantes de la casa, mientras participan en estos talleres son reconocidas como empleadas de Sonrisas de Bombay, y por tanto, son económicamente independientes.

¿Cuál es tu mensaje para nuestros lectores?

Diría que todas las personas deberían ser autosuficientes y respetar sus propios derechos, sin dejar que nadie más se aproveche de sus buenas intenciones.

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